El ícono que tomaba leche de burra
martes, diciembre 20, 2011
Por: Juan José Rizo Patrón

Jura por todos los antiguos dioses egipcios que beberse toda la leche de burra que tenía a su alcance en su natal Piura es el secreto de su resistencia para no colgar los chimpunes y convertirse por aclamación en el cabeceador del milenio. Eso sí, la dieta requiere agregar conchas blancas en el arroz graneadito para completar el conjuro que lo ha convertido en el inmortal maestro Yoda (La Guerra de las Galaxias) del amague, en el impaciente sensei Miyagui (Karate Kid) de la estrategia y en el pícaro maestro Roshi (Dragón Ball) del ataque.

Muchos piensan que solo él conoce los secretos de la reencarnación y hasta se sospecha que en una de esas sudorosas vidas pasadas escribió los evangelios del Mar Muerto, que ahora lo ayudan para mantenerse en vigencia en el sintético del Aelu y ser aclamado como uno de esos goleadores clásicos que se enfurecen hasta el borde del delirio cuando reciben un ladrillo, en vez de un pase atildado para colocarla entre las redes.

Su imagen de fulminante delantero a veces se estrella, por no decir siempre, con la lentitud muscular provocada por los cientos de años a cuestas que impiden la reacción inmediata de esos tiempos maravillosos, lejanos, muy lejanos, en que una chalaca era una jugada de todos los días. Ahora, una evolución de esas puede significar, en segundos, un ingreso inmediato a la unidad de cuidados intensivos y con diagnóstico reservado.

Su mejor amigo es Pepe Farfán, pues con él puede recordar esas épocas en que debió refugiarse en las cavernas del Paleolítico para escaparse de los depredadores. Ambos son entrañables y hacen recordar a esos adultos mayores de los Muppets que se apiñaban en una galería del teatro y que se dedicaban a burlarse de la Rana René y sus amigos. Todos hemos notado que se defienden y que la mayoría de las veces, Pepe, aparte de no marcarlo, lo deja patear al arco. Ambos han formado una sociedad oculta, similar al de los templarios por lo antiguo.

Al margen de las bromas, Mario Fernández es un tipo de primera (mitad del milenio). Y decimos esto porque representa toda una época dorada del periodismo deportivo, una forma analítica de ver el fútbol y que en el sintético del AELU trata de demostrar que no estaba equivocado. Tiene técnica y, sin duda en su juventud lejana, dio que hablar con su habilidad. No sé si te habrás dado cuenta, Mario, pero ya te has convertido para nosotros en un ícono que vivirá eternamente por los milagrosos efectos de la espumante y norteña leche de burra.
 
posted by Balon y Pluma at 1:09:00 p.m. | Permalink


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