¿Yo, señor? No, señor (O quién tapa hoy…)
sábado, octubre 28, 2006
Por Adolfo Bazán Coquis

Hay quienes creen que tapar es la antípoda de jugar, que cuadrarse junto a la malla, pararse bajo los tres palos, ser el agarrabola de ocasión (sin alusiones sexuales de por medio) es castigo antes que confianza. Bah. En el fondo sabemos que no es así, que no por algo el arquero lleva en casi todas partes el número uno en la espalda, que es la última muralla que enfrentan los rivales sin Jericó.

Lo malo es que, a pesar de esta conciencia, cuando el goalkeeper se ausenta, se inicia de inmediato un partido aparte: el de definir quién lo habrá de reemplazar.

Son pocas las veces en que alguien asume voluntariamente ese papel y más bien muchas en las cuales abundan las excusas de ocasión. Por eso no es extraño escuchar versiones del tipo: "estoy mal de la mano", "no veo bien", "yo no sé tapar", "no, me van a echar la culpa"...

Pensemos por un instante: ¿Acaso las piernas, el tronco y otras partes del cuerpo no sirven también como herramientas para impedir un gol? ¿Y no es cierto que algunos de nuestros más renombrados arqueros, llámense Juanjo Rizo Patrón o Bruno Ortiz, usan anteojos? ¿Y qué decir de algunos ocasionales cuidavallas, como Jaime Cordero, Carlos Novoa o Raúl Arévalo, que sorprenden con atajadas de campeonato y estrambóticas maromas?

Es cierto que cuando llegan los goles chorreados estos suelen venir acompañados por imprecaciones, miradas de reproche y carcajadas desde la tribuna, pero también lo es que allí es precisamente cuando se ve a los valientes (¡asu!), a esos que son capaces de sobreponerse a sus propios tropiezos, a aquellos que hacen honor silencioso al Himno Nacional ("la humillada cerviz levantóooooo...") y continúan atajando sin mayores sobrecogimientos… hasta que la vuelven a embarrar y entonces sí, chau, fuera de la cancha, por eso de la regla de dos goles.

Pero volvamos al inicio, al momento estelar cuando todos se dan cuenta de que no hay arquero titular (ni Juanjo, ni Bruno, ni Eduardo Rizo Patrón, ni Pablo O’brien, ni Juvenal Pescadito Gamero...) y hay que definir. Momento cumbre, si los hay. Es cuando suele usarse el ancestral método de papel, piedra, tijera... papel, piedra, tijera…, el antiguo y siempre útil juego del yan kém po, la demostración de que subsiste un niño en cada uno de nosotros. Aunque algunos miembros han sentado su protesta, como Pepe Farfán, Lucho Laos y Mario Fernández, porque en sus épocas de infante solo había piedra y participan en desventaja.

Otros prefieren el alternativo fu man chú, que consiste en mostrar la palma o el dorso de la mano, indistintamente, hasta eliminar a los que sean minoría. Sistema rechazado (a veces) por César Echeandía, Renato Cisneros, Renzo Guerrero Capa (cuando iba) y otros solteros que se sacian de tragos durante la madrugada y a quienes les suele temblar el pulso (por la resaca, por supuesto).

Un método arbitrario, no muy recurrido, es el del democrático: "quien llega último, tapa" (Luis García Panta, el Churre, ha caído más de una vez en esta categoría), aunque también hay uno mixto: se ofrece un voluntario y se le pide que escoja a dedo a su sucesor. Ese suele ser el índice más odiado por todos. Ni siquiera los deditos obscenos de Fernando Olivera, el de la pichulita, son capaces de generar más antipatías.

Escena, en buena cuenta, que no por conocida deja de ser tensa: la de un montón de hombres que pugnan por no vestir de azul, amarillo u otro color (alguna vez Glorioso Ramírez lució un verde chillón espectacular, parecía un limón gigante) que los distinga de los patrióticos y oficiales blanco y rojo. "Para penitentes, los demás", solemos pensar erradamente. Pero, eso sí, a otro cristiano con tamaña cruz.

- ¿Y qué otra cosa se podría hacer?
- Jugar sin arqueros, a ver si así todos llegamos al gol cien.
 
posted by Balon y Pluma at 11:38:00 a.m. | Permalink


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