Nosotros no lo vemos por TV
sábado, noviembre 04, 2006
Por Adolfo Bazán Coquis

Es la mayor de las paradojas, pero al mismo tiempo la más fácil de comprender: abandonar un excitante partido de fútbol que transmite la televisión (generalmente de alguna liga de Europa o del vilipendiado aunque querido campeonato peruano) para dedicarse a maltratar, a esa misma hora, una pelota que no sabe de quejas ni de regaños.

Es la renuncia expresa y consciente a ser televidentes para convertirnos en jugadores.
Mamá linda, es dejar de ver a Barcelona, Bayern Munich, Chelsea, Real Madrid, PSV, Milan, Juventus, o acaso a la ‘U’, Alianza y Cristal, para ensimismarnos con las amicales muecas, aspavientos y rictus de los amigos y conocidos. Esa es verdadera pasión.

Y no es moco de pavo –que no tengo idea ni de qué color ni de qué textura será, pero que siempre es mentado como algo digno de no perderse-, pues si uno empieza a sacar cuentas de las veces en que se ha presentado la disyuntiva entre disfrutar de quiebres y goles ajenos o saciarse con los propios, se encontrará que la lista tranquilamente podría superar la más arriesgada estadística.

Claro, tampoco se trata de llegar a extremos, como hacer que la pichanga coincida con la final de un Campeonato del Mundo, pero no es extraño –y a la memoria nos remitimos- que sí hayamos perdido deliciosos y cimbreantes minutos de la definición de una Champions League (si se trata de los miércoles) o un apabullante clásico inglés (los sábados). O peor aún, que hayamos apagado la pantalla a punto de cobrarse un tiro de esquina o una falta cercana al área, porque el reloj es esclavista y los minutos se acortaban para llegar a tiempo a la cancha.

Hagamos memoria, señores. ¿Cuántas veces, si no, le hemos preguntado a otro sufrido televidente, pero feliz player, que nos confirme cómo terminó el partido tal? O peor: ¿Cuántas veces les hemos rogado, por amor de Dios, a los compañeros del césped, que NO nos cuenten cómo terminó el partido cual, con la esperanza de que, al regresar a casa, podamos captar la repetición en la noche?

Sin embargo, lo cierto es que –y nadie me dejará mentir- apenas suena el silbato (o alguien imita el sonido de un pito, da lo mismo) uno se olvida, como por ensueño, de la incertidumbre que nos trae el cable y solo queda concentrarse, sufrir, gozar y divertirse en carne y hueso. Así, en vez de Eto’o tenemos a Tomás, a falta de Zizou encontramos a César, no veremos a Gatusso pero sobresale Bocha, no extrañamos a Figo porque corre Paco, vuela Juanjo y nos olvidamos de Lehman…

- Pero la tecnología avanza y alguien podría llevar un televisor pequeño.
- Bah, eso sería como ver el Señor de los Anillos en blanco y negro.
- ¿Y qué opciones hay?
- Quedarse en casa, confiscar el control remoto y engordar con cada tarjeta amarilla un poco más.


Pero como tampoco se trata de hacer del masoquismo una práctica, a veces queda el consuelo del tiempo extra. ¿Que cómo es eso? Fácil, sea con la camiseta sudada o tras un baño refrescante, siempre uno podrá, terminada la jornada deportiva, sentarse en la mesa del bar o restaurante más cercano y engancharse por TV con los minutos finales del partido que sea. No hay pierde. Y llegará, además, la curiosidad por saber quiénes marcaron las anotaciones, si hubo expulsados, por qué se produjo esa lesión sobre la cual discuten los comentaristas o algún blooper digno de comentar.

- Ya, ya, pero no es lo mismo.
- Hmmm. Tal vez, pero no hay mejor excusa que esa para compartir una cerveza.
 
posted by Balon y Pluma at 1:49:00 a.m. | Permalink


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